El Universo Ñoño

Si hace dos meses certificaba el sensei Naranjito la defunción de Churruca ("Churruca a muerto" dijo el sabio), hoy tenemos que doblar las campanas por Luthiers. Si bien Churruca se ha repuesto de su trance terminal y parece que aún dará cola, no pondría hoy la mano en el fuego por el futuro de Luthiers.
El parto de Luthiers no fue, ni mucho menos, fácil: llevó bastante tiempo familiarizarse con los scripts, montar el servidor, uniformizar la configuración y echarlo todo a rodar. Un gran esfuerzo que hay que agradecer a Lady Jane, a Mastropiero y al Sr. Uhh, y que hoy puede irse por el retrete cual mojón de calibre medio.
Cualquiera medianamente versado en el Planets sabe que no es un juego de niños: hace falta disciplina, intuición estratégica, habilidades diplomáticas y, todo hay que decirlo, una pizca de mala baba. Pero lo que principalmente hace que sea un juego de adultos es que hay que concienciarse de que no es más que un juego, un entretenimiento para pasar ratos entretenidos y comprobar cómo de hábiles somos en comparación con los contrincantes. Todo lo que suceda en el juego, debe quedarse allí: no hay que crear conflictos personales a partir de los lances de la partida. Únicamente es razonable (y aún así) guardarse las rencillas de una partida para otra.
Un buen jugador de Planets no es únicamente aquel que es capaz de gestionar un vasto y poderoso imperio, ni aquel que sabe comandar una flota hacia la victoria frente a un enemigo superior. También hay que saber perder y saber digerir las humillaciones y las traiciones. No olvidemos que es un wargame y que en la guerra todo vale, incluida la traición. Confiar en que un aliado al que has metido hasta tu mismísima cocina no te la va a jugar es, llanamente, de ingenuos.
¿Es pues razón suficiente haber sufrido una vil traición razón suficiente para abandonar la partida? Lo dudo. Más hostias da la vida, que diría mi madre; y en la vida no puedes dejar de jugar. Bueno sí: puedes meter la cabeza en un horno de gas o abrirte las muñecas en una bañera de agua caliente.
Dicen los ofendidos, Imperio y Colonos, que la mayor venganza que le pueden hacer al traidor es dejar de jugar, porque así no podrá divertirse como era su intención. Ridículo: es sacar al mundo real un problema de la partida. Por no hablar de la falta de respeto a los demás jugadores, que también tenemos nuestros propios problemas. La decisión valiente hubiera sido estampar dos Gorbies y cuatro Virgos en el homeworld del Robot, pero han optado por la desidia y el puteo: a la mierda con Luthiers.

Por si fuera poco, el Robot también se ha hecho el ofendido y amenaza no sólo con dejar Luthiers sino también Churruca, duplicando la jodienda que nos hace a los demás. Dice también que le hagamos un killrace a su raza, cosa que, si aún queda algo de democracia en la organización de esta partida, se hará con mi más enérgico rechazo y mi oposición vociferante.

Y después de la bronca, ¿qué hacemos? Para Luthiers hay varias opciones, empezando por dinamitar la partida dándoles así el gustazo a los boicoteadores y jodiéndonos los demás. No me gusta nada esta alternativa, ya que podría tener un efecto de propagación hacia Churruca (como pretende el Robot). Por mi parte, creo que lo mejor es seguir con la partida, sin hacer killraces y, si es posible, buscando sustitutos para los dimisionarios (alguno igual quiere probar suerte después de la tragedia de Churruca o quizás alguien se anime a llevar dos razas). Podríamos intentar que los que se marchan nos dejen por las buenas sus directorios de juego, pero si no, supongo que los administradores siempre podrán recuperar los ficheros necesarios por las malas.

¿Y en el futuro? Parece obvio que las partidas de alianzas indiscriminadas no están dando buenos resultados, por lo que podríamos retomar la idea de los equipos prediseñados (suponiendo que lo veamos factible) o bien hacer partidas sin alianzas (e incluso sin gives).
Y, desde luego, jugadores maduros, por favor.